Ya saben, lo de siempre : Rorouni Kenshin NO es mío, ni tengo Ningún deecho sobre los personajes de Watsuki-sama.

Asiyah, Mei Lin, Huen, Xian, etc,  es decir quienes nacieron de mi pluma, sin embargo sí son de mi propiedad...

 

 Mae-chan, muy perceptiva... Si hubiese un millón de dólares en juego aquí, te los hubieses ganado... Lamentablemente Sessha es una pobre traductora... Así que..no, no hay un millón de dólares... De dolores, puede ser...

 

8888888888888888888888888888888888

 

 

Las dos mujeres lo miraban ansiosas.

 

Él parecía  el juez de un tribunal inquisitorial, sentado enfrente de ambas, piernas cruzadas, los codos apoyados sobre los brazos del sillón y las yemas de sus dedos unidas formando un puente con las manos. Sus ojos no traicionaban lo que pasaba por su cabeza, la expresión perfectamente inescrutable anidada en ellos, mirándolas por encima de sus pequeñas gafas redondas.

 

Asiyah necesitó dos días para recuperar la conciencia, pero apenas intercambiaron palabra desde el incidente con Huen hacía ya una larga semana. Nunca la había tratado con tal frialdad desde que lo conociera en el desierto, llegando al punto de esperar a que ella se durmiera para acostarse a su lado y evitar cualquier posible diálogo o intento de explicación.

Sabía que no estaba enojado por lo que hizo, sino porque se consideraba traicionado.

 

En cuanto a Huen, sabía que aún vivía, prisionero.

También sabía que Enishi había sido particularmente cruel con el hechicero, después de que Mei Lin le contara los detalles de lo sucedido.

Por precaución, y para evitar la posibilidad de que lanzara algún hechizo, lo primero que ordenó que le hiciesen fue que le arrancaran la lengua.

Luego, se cobró las ofensas cometidas sobre lo que era suyo exclusivamente.

Personalmente, le cortó las manos con las que la había tocado a la altura de las muñecas, las hizo preparar como un delicado platillo y obligó a Huen a comérselas, después de mantenerlo sin alimentos por casi una semana. Finalmente, ordenó que lo castraran y que le arrancaran los ojos con sus propias uñas, rescatadas de sus manos cortadas. Los despojos de Huen eran mantenidos en cadenas en algun rincón de la propiedad.

 

Todo esto le fue contado a Asiyah por Mei Lin, que fue obligada a ayudarlo y a ver lo que los “especialistas” hacían al hechicero.

Enishi sabía lo que ella misma había hecho a otros brujos, por lo que obligarla a ella a observar no hubiera servido de castigo, así que se contentó con mantenerla encerrada en su cuarto, sin permitirle acceso a ninguna otra parte de la casa.

Era un encierro simbólico, eso era cierto, porque sus poderes la habilitaban para moverse donde y cuando quisiera, pero su castigo consistía en renunciar a usarlos y obtener nuevamente su confianza a través de la obediencia a sus órdenes.

En cuanto a Mei Lin, ésta le contó que ella también era mantenida aislada de los demás y que Enishi solo le permitía hablar con ella.

 

 

-         Mei Lin, estoy decepcionado.

-         Amo...

-         No dije que podías hablar.- la severa mirada hizo temblar a Mei Lin- Guarda tus patéticos intentos de justificación. No me interesa oírlos. Ni los tuyos, ni los de ella.  Sólo me concierne el hecho de que ambas desobedecieron mis órdenes, y casi causan un desastre. No escucharé excusas, sólo responderán mis preguntas, cuando las haga y les dé permiso para contestarlas, y me narrarán los hechos. Sólo los hechos, no sus explicaciones sobre porque pasaron las cosas. Empecemos. Mei Lin, ¿por qué no seguiste mis instrucciones y  me avistaste inmediatamente cuando ella salió de la casa, en vez de seguirla sin mi conocimiento o consentimiento?

-         Amo... Estabas con tus hombres, pensé que no era adecuado ir a ti en ese momento, por un asunto de... tu mujer.

-         Te había dado instrucciones específicas. Debía ser informado a cualquier hora del día o de la noche, no importaba lo que estuviera haciendo.

-         Pero amo... estabas en una reunión de negocios... ¿ que habrían pensado tus... ?

-         Dije que no quería excusas o explicaciones, solo los hechos. Y los hechos me dicen, Mei Lin, que simplemente elegiste seguir tus ideas en vez de mis órdenes. ¿Crees que no sé que pensaste todo el tiempo que Asiyah me era infiel y que deseabas seguirla y atraparla en el acto, sólo para demostrarme que tenías razón? Sinceramente, Mei Lin, me subestimaste. ¿Piensas que no notaría yo mismo una situación de esa naturaleza? ¿Crees en verdad que necesitaría tu ayuda para ver cosas tan obvias? Escucha bien: no toleraré que vuelvas a poner tus ideas sobre mis órdenes. Y te sugiero que nunca me vuelvas a juzgar o intentar meterte por tu cuenta en mis asuntos, ni privados ni de negocios. Sólo sigues viva por tus pasados servicios... y porque evitaste que Asiyah fuese capturada por el hechicero, y la trajiste de vuelta más o menos en una pieza. Lo que me devuelve a la causante de todo este desastre.- Asiyah lo miró, esperando su autorización para hablar- Quiero saber exactamente porqué rompiste nuestro trato y tu promesa.

-         No lo hice.

-         ¿Me estas diciendo que aluciné el momento en que te comprometiste a no volver a salir de ‘cacería’?

-         No, nunca dije eso. Sólo que yo pacté no salir de cacería nocturna... no convinimos nada sobre las horas del día.

-         ¿Q-qué?- Enishi la miraba completamente tomado por sorpresa. Esperaba ruegos, pedidos de disculpas, excusas, pero jamás semejante declaración

-         Ah... querido mío... deberías saber a esta altura, que cuando un Yinn  da su palabra a un humano, la cumple rigurosamente... sólo que no siempre de la manera que éste espera o desea... – Asiyah rió con una risa cristalina y un brillo particularmente pícaro en sus ojos- Es que los humanos no saben como pedir las cosas, siempre son imprecisos, vagos o ambiguos. Nuestra mala fama proviene de esa ambigüedad con la que los humanos nos piden las cosas... Te sugiero leer los cuentos y leyendas sobre nosotros... Muchas elementos de estas historias son reales y otros, fábulas, pero puedes hacer una lista con las cosas que surjan de tu lectura, y yo las contestaré luego...

-         Un momento... ¿Estas tratando de decirme que la culpa de todo esto es mía?

 

Los ojos de Mei Lin iban de uno a otro, y parecían a punto de salirse de las órbitas. ¡El amo sabía que ella salía de noche! Y ella no solo no se arrojaba a sus pies pidiendo clemencia sino que además lo dejaba perplejo... A pesar del miedo que aún sentía, la situación estaba tornándose extrañamente... divertida.

 

-         No... Sólo puntualizo que no rompí mi promesa, al menos no técnicamente.

-         No tienes idea de lo cerca que estás de acabar con mi última reserva de paciencia...

-         Enishi... Me conoces lo suficiente para saber que no hubiera hecho esto sin tener una muy buena razón.

-         Ese no es el punto.

-         Enishi... Estoy segura que habrá sido difícil tapar el lío que armamos, traer los caballos de regreso, hacer que el buen doctor Braun viniese discretamente, y todo sin que nadie lo notara... Pero, viendo el estado en que quedamos y lo que hallaron en la casa, me supongo que tendrás una idea ligeramente aproximada de las proporciones calamitosas de lo que hubieras tenido que solucionar, si hubiesen ido tus hombres y no yo...

-         Sigue sin ser el punto.

-         Bueno, te voy a dar una razón más poderosa: cuando tu hermana vino a mí la noche previa a estos acontecimientos, me ordenó hacerlo en ese mismo momento.- Mei Lin dio un respingo al escuchar que el fantasma de la hermana del amo se apareció ante Asiyah- Y debía hacerlo yo, porque si no el hechicero desaparecería con la espada al descubrir que estaban tras de él... o la destruiría, lo que me lleva a preguntarte algo que me tiene muy preocupada: ¿Dónde esta la espada?

-         En un lugar muy seguro. Y no te la daré.

-         ¿Qué cosa?

-         Cuando reciba las respuestas que quiero sobre lo que aconteció, discutiremos el futuro de ese objeto.

-         Esto no es un juego. – Asiyah se notaba impaciente-  Es necesario que me des la espada de inmediato.

-         Sé que no es un juego... pero tener la espada conquistadora del temido Primer Emperador... tampoco lo es. Esa cosa esta... maldita... y es muy peligrosa, por los documentos que he encontrado.

-         Ah... así que a eso se refería Tomoe con que sólo yo podría manejarla por el momento... - Asiyah parecía hablar para sí misma-  Al parecer tu hermana no esperaba ni quería que tú descubrieras el origen del arma, pues me pidió que no te dijese de donde provenía... y ya veo porque la precaución...

 

Mei Lin escuchaba horrorizaba. Por los trozos de conversación que lograba comprender, estaban hablando de fantasmas que visitaban la casa y les daban instrucciones, de hechicería... y de un objeto perteneciente al malvado Primer Emperador. Este había sido un ser tan terrible y había dejado un recuerdo tan espantoso entre la gente de China, que aún a más de dos mil años de su muerte, nadie osaba llamarlo por su nombre, por el temor de que ese mero hecho conjurara su presencia. Aquello no lucía bien, nada bien... especialmente porque ella había tocado esa... cosa.

 

-         Mira, el objeto no esta maldito en sí. Todo depende por supuesto de en que manos caiga...  Qi[1]...

-         ¡No! ¡No lo nombres!

 

La exclamación al unísono que partió tanto de Enishi como de Mei Lin y la expresión de franco terror de la última la hicieron reconsiderar el utilizar el nombre completo de aquel hombre temido, muerto más de dos milenios atrás.

 

Enishi era un hombre práctico, nada dado a las supersticiones o creencias antiguas, pero las últimas experiencias vividas lo habían obligado a replantearse seriamente todo su sistema de ver la vida y las cosas. Por lo pronto, decidió ir a lo seguro y no correr riesgos con lo sobrenatural.

 

-         Esta bien... esta bien... - Asiyah revoleó los ojos, exasperada- <Ah... humanos... > Bien, el Shi Huangdi era perverso, no hay dudas al respecto. En eso estamos de acuerdo. Pero la espada, como la enorme mayoría de los objetos, no esta maldita en sí misma. Puede estar cargada de energías oscuras y negativas, por lo que hicieron con ella, pero eso no la hace maldita. No puede achacar la maldad de la gente a las cosas que utilizan para cometerlas. Verdaderamente existen muy pocos objetos realmente malditos. Ignoro como la obtuvo  y de donde proviene, pero por la brevísima ojeada que pude darle, tiene tres inscripciones, una en caracteres chinos, otra en la lengua de mi gente y otra en un idioma que no pude reconocer. Es un objeto poderoso y no puede estar por allí, corriendo el riesgo de ser tomada por quien podría usarla de maneras dañinas. Y Tomoe me dijo que ese era uno de los dos objetos que necesitaría para el futuro. Debes entregármela, sin demora. Y también me dijo que debías enseñarme a usar una espada, en la manera tradicional en que se usan esas armas.

-         Olvídalo. Eso esta fuera de discusión. Además no lo necesitas, eres capaz de defenderte perfectamente bien con tus poderes. Creo que ya lo has demostrado sobradamente.- agregó, la acidez evidente en el comentario.

-         Normalmente estaría de acuerdo, pero hasta ahora, cada vez que tu hermana ha considerado darme un consejo o advertencia, seguirlos ha probado ser más que sabio... Te recuerdo que la noche en los hombres de Heishin atacaron la casa, ella me avisó lo que ocurriría y por eso aparecí allí. Y también fue ella la que me advirtió sobre Shishio. Y la otra noche me mencionó cosas muy importantes, que junto a lo que el hechicero dijo alardeando cuando me mantenía cautiva, me dan un panorama de lo que podemos llegar a esperar para el futuro y los peligros que nos acechan, pero lo más importante, el porqué nos suceden algunas cosas. Debo profundizar aún en muchos cabos que quedaron sueltos, pero al menos tengo una idea somera de lo que esta desarrollándose. Todo esto me lleva a la conclusión de que si bien no sé para qué ni porqué, en algún punto necesitaré de veras esas habilidades con la espada que tú puedas enseñarme. Si aún no estás convencido, veré que puedo hacer para que Tomoe te convenza. A esta altura, ella parece ser la única capaz de hacerte ver ciertas cosas...

-         No dije que no te creyera, solo que... - se frotó las sienes, un gigantesco dolor de cabeza se asentó lentamente sobre él- Olvídalo. Déjame estudiar la cuestión.

-         Bien... Pero recuerda que el tiempo puede jugar en nuestra contra. Cuanto más tardemos en resolver estas cosas...

-         No sé por qué que pierdo el tiempo teniendo este tipo de conversaciones contigo... - dijo él, después de emitir un sonoro quejido.- No quiero, y lo repito, no quiero que vuelvas a cometer la locura de hace una semana. Creí que ya habíamos tenido esta discusión. Te comprometerás aquí y ahora, y delante de Mei Lin que será nuestro testigo, a no ir tras ningún otro objeto o persona sin mi conocimiento, consentimiento o compañía, sea de día o de noche, dentro o fuera de esta casa, dentro o fuera de Shanghai, dentro o fuera de China, dentro o fuera del planeta, dentro o fuera de este reino. Espero que eso lo cubra todo, y no haya ambigüedades que puedas esgrimir como excusa en el futuro.

-         Pe-pero...

-         Sin peros.

-         No puedo arriesgarte... y necesitaré hacer ciertas cosas... ir a ciertos lugares...

-         Tómalo o déjalo. No continuaré adelante contigo si no aceptas estos términos. Ya te dije que no necesito ni quiero guardaespaldas. Estoy  harto de la situación Y esto se termina aquí y ahora.

 

Asiyah lo miraba con la boca abierta. No podía creer lo que acababa de oír. Pero la expresión determinada de él, no le dejaba dudas acerca de la seriedad de sus palabras.

 

-         ¿Y bien? ¿Cuál es tu respuesta? ¿Aceptas los términos, sí o no? ¿Te comprometes, sí o no?

-         No me dejas otra opción. Acepto. Pero con la condición de que me entregarás la espada y me enseñarás Kendo.

 

<Es eso o dejarte... y por más que me convenga la segunda opción, ya estoy demasiado enredada en este lío como para dar marcha atrás. Además... te... te quiero, maldito bastardo. Te quiero demasiado como para permitir que algo te suceda>, pensó, apretando los dientes, impotente.

 

-         Bien, tenemos un trato, pero esta vez, no toleraré que vuelvas a romperlo. Este tema queda oficialmente cerrado. Mei Lin, toma debida cuenta de lo que ella ha prometido.

-         ¿Le explicaste?

 

Asiyah pensaba por primera vez en el tema. Después de lo que Mei Lin había visto en casa de Huen y lo que acababa de oír, era evidente que si aún no había recibido una aclaración, debía obtener una a la brevedad.

 

-         Oh, no... Tú eres la experta. Tú lo harás.- sus ojos pasaron de Asiyah a la anciana- En cuanto a ti Mei Lin, sé que no necesito advertirte sobre lo que sucedería si por error alguna vez algo de lo que viste el otro día u oíste aquí ahora o lo que Asiyah te revelará más tarde llegase a dejar  tus labios. Además, salvo este pequeño error del otro día, que tengo la certeza que no volverás a cometer jamás, sé que eres absolutamente confiable, así que no necesitamos hablar más del tema.

 

La voz del amo Yukishiro era tersa, suave, y se elevaba en una entonación casi placentera. Pero Mei Lin conocía perfectamente las implicaciones del uso de aquel matiz en sus palabras. Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza ante la clara amenaza.

 

-         Bien, damas, doy por terminado todo el asunto aquí. Ahora, que todo esta aclarado, solucionado y las normas claramente establecidas, ambas pueden recuperar sus privilegios habituales, y reanudar todas sus actividades. Todavía quedan temas que deben ser explicados, pero eso te queda a ti, Asiyah. Yo tengo un viaje a Mongolia que terminar de planificar.

-         ¡Mongolia!- exclamó Asiyah

-         No irás conmigo. Tengo negocios que atender y no te quiero en medio.

-         Debo ir allí... ¡El segundo objeto que tengo que obtener esta en Mongolia!

-         Yo lo traeré por ti.

-         ¿Podemos hablar de esto después?

-         Podemos. No quiere decir que te llevaré conmigo.- dijo él antes de cerrar la puerta detrás de sí.

 

Ambas mujeres quedaron a solas, y un pesado silencio se instaló en la habitación, hasta que finalmente Asiyah habló.

 

-         Bien, Mei Lin... ¿Has oído alguna vez hablar de los Yinn?

 

 

88888888888888888888888888888888888888888888

 

 

Después de todo, un Hitokiri es un Hitokiri hasta la muerte.

 

Estaba otra vez en el camino.

El inevitable momento había llegado finalmente, cuando su pasado había colisionado con su presente...

 

Te observaré desde el Infierno a ver cuanto tiempo puedes conservar tu utopía de vagabundo errante.

 

< ¡Maldición, Jin’eh! Finalmente tenías razón... >

 

Otra vez solo. Otra vez cobijado únicamente por las estrellas.

Sin risas a su alrededor.

Sin bromas ni peleas.

Sin amigos... Sin... familia.

 

Amigos... ¡Qué palabra extraña en sus labios! Tanto como ‘familia’

Hasta hacía unos días no eran tan lejanas, tan ajenas.

Hasta hacía unos días tenía amigos, tenía familia.

Ya no más.

Solo ilusiones... espejismos que se desvanecían ante la realidad.

 

<Después de todo, un Hitokiri es un Hitokiri hasta la muerte>

 

¿Lo extrañarían?

¿Lo odiarían por abandonarlos?

 

Kaoru-dono...

Kaoru...

 

Su corazón, o mejor dicho, lo poco que aún quedaba entero de él, se había terminado de deshacer al oír sus sollozos después de la despedida. Aún recordaba las luciérnagas flotando a su alrededor, el dulce aroma a jazmines que emanaba su cálido cuerpo cuando la abrazó, la suavidad de su cabello... Y la amargura de sus lágrimas cuando le dio la espalda y comenzó a caminar la senda sin retorno.

 

Gracias, por todo... Soy un vagabundo... es tiempo de que vuelva al camino de nuevo...

 

Kaoru...

Nunca más vería los brillantes ojos color zafiro, ni se sentiría amparado en su vibrante luz o su compasión.

Kaoru-dono...

 

Sin saber como, sus pensamientos se enfocaron en otra mujer, una que también le había dado razones para seguir adelante, la que le había dado un nuevo rumbo y sentido a su existencia. La primera mujer que había amado. La única a quien se había permitido demostrarlo... y había pagado por ello por su vida.

 

<Por eso, Kaoru... Kaoru-dono, es mejor que las cosas sean así. Ya hice demasiado daño a una mujer que me amó, para repetir el dolor a otra.>

 

La tristeza casi lo ahogaba. Había oído a un gaijin decir durante la guerra que el camino del Infierno estaba pavimentado de buenas intenciones. Nunca más apropiado un dicho semejante que en su caso.

Todo su infierno personal, todo el dolor a su alrededor, todas las muertes que sus manos causaron fueron debido a sus buenas intenciones. El solo quería...

Ah... sí solo se pudiera volver el tiempo atrás... si hubiera escuchado a Hiko-sensei

 

<Shishiou... >

 

Por primera vez en catorce años, volvería a enfrentar a su maestro cara a cara.

Temía el encuentro. Sentía vergüenza de ver a los ojos a aquel hombre, después de la dolorosa manera en que lo había dejado.

Y sobre todo, porque éste había tenido razón.

 

 

< ¿Cuándo podré descansar?¿ Podré ser feliz alguna vez? ¿Podré permanecer con las personas sin lastimarlos? ¿O deberé pasar el resto de mi vida con mi sombra por única compañía, como en los días del Hitokiri? Que dura es la carga que me impusiste, Koishii. Si no fuera por la promesa que te hice, ya hace tiempo que hubiera tomado una última vida, la mía. Pero hacerlo sería faltar a la palabra que te dí... A veces lamento tanto haberlo hecho... Te extraño demasiado. Me pregunto si alguna vez será nuestro destino volver a estar juntos... No, hasta ese consuelo me será negado... Seguramente Akira te esperó y ya estas a su lado... Un hombre del infierno, no puede esperar reunirse con los ángeles... >

 

Como tantas otras veces en que la negrura se cernía sobre él, sintió el consuelo de unos fríos brazos envolviéndolo y el dulce aroma de capullos de ciruelo blanco a su alrededor.

 

-         Tomoe...

 

< No importa lo que ellos quieran de mí, Koishii, no tomaré otra vida. Detendré a Shishio y salvaré Japón, pero no volveré a ser el Hitokiri. Encontraré la manera. Te lo juro. Aunque él me destruya en el intento>

 

-         Tomoe... Kaoru...

 

 

En el solitario camino a Kyoto que había escogido para transitar, sentado frente al fuego, apoyando su espalda contra el tronco del gran árbol, el hombre conocido por el infame título de Hitokiri Battousai hundió su frente en sus rodillas y lloró.

 

 

8888888888888888888888888888888888888

 



[1]  Referencia a Qin Shi Huangdi, más conocido solamente como el Primer Emperador (Shi Huangdi significa literalmente “Primer Emperador”), aunque en realidad perteneció a la tercera Dinastía (cuarta si contamos a la mitológica Xia, de la cuya existencia no hay pruebas fehacientes). Fue quien unificó China y diseñó el sistema unificado de escritura, pesos y medidas, impuestos, y moneda.

Su tumba, descubierta en 1974, contiene un ejército compuesto de miles de soldados, oficiales, caballos, etc., hechos de terracota, y es una maravilla arqueológica, llena de inigualables tesoros. Particularmente bella es la armadura de jade que recubre su cuerpo. Digno es de destacar que decenas de servidores y todas sus esposas fueron enterrados con él, algunos vivos, otos asesinados en el lugar, para que sirvieran a su amo después de muerto. Estaba particularmente obsesionado con la inmortalidad y sus intentos de obtenerla aún por los métodos más extraños y crueles han quedado registrados en la historia. Ordenó la construcción de caminos y canales, que favorecieron el transporte y el comercio, a la vez que redujeron los daños por inundaciones. También inició la construcción de la Gran Muralla, y es conocido por la crueldad desplegada mientras ésta se desarrollaba(durante la cual miles de chinos perecieron) y su gobierno en general. Mandó quemar las obras de Confucio, porque no estaba de acuerdo con las enseñanzas vertidas en ellas, y ordenó el asesinato de  muchos sabios, filósofos y pensadores. Por la creencia china acerca de los antepasados y los muertos, y el terrible record histórico de este personaje, aún hoy los chinos evitan mencionarlo y si su tumba no ha sido completamente excavada y transportada a los museos, es por el temor de despertar tan maléfico espíritu.

Hay interesantes documentales acerca de este personaje, emitidos reiteradamente por A&E y Discovery Channel, y en especial hay muchísima bibliografía e información sobre la tumba. Aquellos interesados también pueden buscar en línea más datos sobre él.

 

De él (Qin) toma China su nombre.