Ya se sabe, NO tengo nada que ver con los derechos de RK. Hago esto sólo por diversión y sin deseos de lucro.

 

Lizette-chan, Guadalupe, ¡muchas gracias por sus mensajes!

¡Saludos especiales a Bao Blossom que me da un gran aliento para seguir!

 

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El Akabeko había sido destruido...

Por un cañón amstrong.

El shock era demasiado fuerte aún, y trataba de procesarlo mientras se dirigía a toda carrera, junto a  Sano, hacia el monte Ueno, el lugar desde donde habían salido los disparos.

Era un milagro que nadie hubiese salido herido, sobre todo teniendo en cuenta que el padre de Sekihara Tae, la dueña del restaurante, se hallaba en el lugar.

Simplemente no tenía sentido... ¿Por qué atacar un simple restaurante de un área relativamente humilde y sin importancia de la ciudad como era el barrio Akasusa? Y la pregunta que más temía era cual sería el siguiente blanco del cañón... ¿Acaso toda la ciudad estaba a merced de un loco armado y peligroso?

 

Aún envuelto en aquellos pensamientos, Kenshin llegó al sitio que la policía había identificado como la base utilizada para realizar el disparo. Un enorme árbol sagrado aparecía desgajado a un costado.

 

-         No hay pistas de donde fue montado el cañón o como se trasportó hasta aquí o cómo se lo retiró... - comentó el Jefe de la policía del distrito.

-         Miren- señaló Kenshin al suelo, donde se veía una enorme y profunda huella, casi sobre el lugar donde estaba el árbol abatido.- El que hizo el disparo cargó el cañón el mismo, y utilizó el árbol para que éste disminuyera el impacto del retroceso.

-         Debió ser alguien de tamaño y fuerza muy considerables...

-         Kenshin... ¿piensas que el gigante manco...? Era más grande que Anji, pero sólo tenía un brazo. Además es imposible que  haya podido acertarle al Akabeko desde aquí

-         Estuvo en el  Akabeko cenando un rato antes... sería demasiada coincidencia que no tuviera nada que ver.

-         ¡Himura! ¡Aquí mis hombres encontraron una nota!

-         ¡¿Jinchuu?! ¿Qué demonios significa? ¿Acaso no es Tenchuu?

-         Tenchuu era el lema de los Ishin Shishi, especialmente de los Hitokiri, y quería decir “La Justicia del Cielo” con el sentido de que serían nuestras manos las que traerían el castigo divino sobre los traidores- el rostro de Kenshin se oscureció- Por contrapartida, Jinchuu querría decir “Justicia de los hombres”, o más exactamente el concepto sería “Si la justicia Divina no te alcanza, entonces nosotros mismos haremos Justicia”. El concepto completamente opuesto

-         Entonces tenemos algún nuevo grupo de gente opuesta al gobierno entre manos... Esto no nos conduce a ningún lado. Himura, nos veremos luego, y los mantendré al tanto de cualquier novedad de la que tengamos noticias durante la investigación.

 

Cuando el Jefe los dejó a solas, Sanosuke habló.

 

-         Entonces fue él... el gigante manco.

-         No... no está solo. Un hombre solo no puede echar mano a una pieza tan cara y rara como un cañón. No tengo pruebas de esto. Pero estoy seguro de algo: son un grupo de personas que buscan tomar venganza con sus propias manos sobre mí, que he asesinado y dañado a tantos sin recibir castigo alguno del Cielo.

-         Kenshin... – Un nudo se formó en la garganta de Sano al escuchar las palabras de su amigo, dichas con resuelta resignación.

-         No... Está bien, Sano.

 

< Por mis crímenes pasados, estoy dispuesto a pagar el precio... >

 

Con paso lento, y un silencio que pesaba toneladas, emprendieron el regreso hacia el dojo Kamiya.

 

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Asiyah miraba todo desde la cómoda facilidad de su verdadera forma.

Evitaba tornarse invisible a los sentidos humanos desde que estaba viviendo entre ellos, porque trataba de acostumbrase a vivir en un cuerpo más denso y así evitar inadvertidamente realizar algún comportamiento que la delatara como lo que realmente era. Aunque aún habiendo utilizado precauciones, había notado que últimamente en Shanghai se corría el rumor de que ella era una hechicera. Los humanos no podían pensar siquiera en la existencia de otros seres moviéndose entre ellos...

 

Pero, previo consentimiento de Enishi, decidió participar de la reunión viendo sin ser vista.

 

Además de Gein y Enishi, había tres personas más en la habitación, aunque luego supo que había una cuarta oculta en el cielorraso del cuarto. Una de ellas era el enorme y obtuso sujeto que los acompañó en el viaje de Tokio a Yokohama.

Enishi le había explicado que todos tenían un deseo de venganza hacia Battousai.

Asiyah no alcanzaba a comprender porqué él tenía necesidad alguna de reunir a semejante grupo para consumar su venganza. Entendía que hubiese recurrido a Gein para observar a Shishio, e incluso para hacer los arreglos necesarios en las Islas para dar comienzo a la operación.

Pero más allá de eso, Enishi era más que capaz de hacerse cargo del asunto por sí solo. Había dado cabales muestras de sus capacidades en más de una oportunidad en Shanghai.

 

Sin duda, existía una razón oculta para unir fuerzas con aquellos seres, que ni aún en sus sueños más optimistas podían asemejarse como guerreros a las destrezas de su pareja.

 

De hecho, él no le había revelado sus planes. Sólo sabía que iba a hacer la vida de Battousai miserable. De que forma, eso él se lo tenía absolutamente reservado.

 

Antes de salir, Enishi le había pedido que, excepto que las cosas se salieran de control o fueran extremadamente mal, se mantuviera al margen. Por lo pronto, no quería magia involucrada, porque él sabía que estaban en territorio hostil, y no quería atraer más atención de la necesaria de parte de los hechiceros  y otros seres que pudieran perjudicar sus planes... o ponerla a ella en franco peligro. No quería distracciones extra teniendo que defenderse o protegerla de esos enemigos, mientras efectuaba su venganza.

 

Como le había dicho meses atrás, él solo quería su presencia, su apoyo, su compañía.

Lo que iba a hacer era el último acto de una existencia dedicada a la venganza, necesitaba toda la fuerza para completarla, y luego para salir de la locura, de nuevo a la superficie.

 

-         ...En cualquier caso, todos los presentes tenemos motivos para odiar a Himura Battousai, y nos hemos reunido aquí en busca de venganza. Somos, entonces los Seis Camaradas.- La voz de Enishi se elevaba en medio del silencio atento de los otros hombres presentes en la sala

 

Otowa Hyouko, un extraño personaje, un hombre vestido de mujer ( <al menos físicamente es hombre>, observó ácidamente Asiyah), rompió el breve silencio, después de las palabras de Enishi.

 

-         ¿Los Seis Camaradas? No es un nombre que despierte demasiado temor o respeto...

-         ¡De acuerdo! ¿Qué tal Inui y sus subalternos?- dijo un hombretón, típico ejemplo de músculo sin cerebro detrás

-         ¿Por qué no Gein y sus hombres felices?

-         Yo no soy feliz- dijo la mole con la que habían viajado

-         ¡Desde el cielorraso con amor!

-         ¡Oh, Yatsume-san, es Ud. un poeta!- Asiyah podía decir desde donde estaba que la sorna en la voz de Enishi apenas podía disimular el malhumor que empezaba a hacerse evidente en su mirada a causa de la tontería desplegada por sus compañeros.- Pero no importa el nombre que usemos finalmente, porque pronto nos uniremos como camaradas contra un enemigo común. Battousai vive en Tokio y vive ahora bajo el nombre de Kenshin. En tanto él crea que su verdadera naturaleza es Kenshin, no importa cuan brutalmente lo matemos, nuestra venganza carecerá de sentido. La venganza comienza en el exacto momento en que tu oponente toma conciencia de que obtendrás tu retribución por lo que te hizo, que recibirás justicia por los pecados cometidos en tu contra. Estamos aquí reunidos para despertar en él esa conciencia de sus pecados, y hacer que los enfrente y pague por ellos. Si tenemos éxito en este objetivo, entonces nos separaremos, y la venganza quedará en manos de aquel que sea el más rápido en obtenerla. Porque ¿ acaso no deseamos todos asestarle el golpe final?

-         Ya veo... - murmuró la mole humana

-         Muy astuto, su suerte quedará en manos del más fuerte... - el hombre llamado Inui, hizo tronar sus nudillos, con placer anticipado

-         No tengo objeción- dijo con voz lánguida, el hombre alto vestido en Kimono- ¿Cuál es el plan?

-         He estado pensando... No quiero parecer en absoluto como el que da las órdenes ni nada por el estilo, mientras ustedes hacen todo el trabajo. Cada uno de nosotros tendrá una tarea que cumplir, por igual. Todos somos iguales, Otowa.

-         He dicho que no tenía objeciones...

-         ¡Oh, discúlpeme!- Enishi se acomodó sus pequeñas gafas, en su gesto habitual usando dos dedos-  Permítanme explicarles caballeros. En primer lugar...

 

Después de explicar en detalle su plan, y ponerse de acuerdo en las tareas para las cuales cada uno era más apto, dividiéndolas en concordancia, la mayoría partió hacia su cuarto, en la lujosa mansión que Gein había alquilado para ellos en un barrio residencial de Yokohama.

 

-         Muy astuto, Yukishiro-san... Muy astuto. Es Ud. un hombre muy inteligente... Los llama camaradas, y sin embargo los tiene a sus pies, dispuestos a  hacer cualquier cosa... La sola mención de la posibilidad de asestar el golpe mortal a Battousai actuó como una suerte de hechizo sobre ellos. El mero pensamiento de matar a Battousai es una carnada tentadora...

-         Quería agradecerle su cooperación, Gein.

-         Oh, no es nada... Ud. y yo somos similares, Yukishiro-san. No deseo tomar mi venganza a través de la muerte física de Battousai.

-         Sí- Los ojos de Enishi se oscurecieron. Frunció el ceño y tras las mandíbulas apretadas casi escupió las palabras- La muerte al final es sólo un instante de dolor. He tomado muchas vidas y lo he contemplado con mis ojos. Por eso, sé que eso no satisfará el último deseo de mi hermana, ni haría cesar mi odio. No. Eso no bastaría. Arrastraré a Himura Battousai hasta el infierno en vida que nos hizo vivir a mi hermana y a mí. ¡Esa será la verdadera venganza de Yukishiro Enishi!

 

El gesto duro y el puño cerrado, las palabras y el propio plan de Enishi hicieron que un escalofrío la recorriera.

Aquello decididamente no le gustaba.

La idea era tomar venganza contra Battousai. Eso no solo lo comprendía y aceptaba, sino que estaba ansiosa por ayudar de cualquier manera posible.

 

Pero atacar a personas inocentes por tener algún tipo de asociación fortuita con el asesino, en eso no podía estar de acuerdo.

 

Era curioso. Si esto hubiera ocurrido meses atrás, pensó, ni siquiera hubiera pestañeado ante la situación. Los Yinn no eran muy considerados a la hora de tomar venganza y se sabía de caravanas enteras, incluso tribus de beduinos completas, exterminadas por la ofensa cometida por un solo humano.

Pero en el tiempo transcurrido, había empezado a desarrollar cierto afecto por aquellas criaturas, a comprenderlas mejor y hasta en cierto modo respetarlas un poco más. Cuando había vivido entre ellas en el pasado, siempre había mantenido su distancia, segura de poder volver a su reino cuando quisiera. Ella no era una de ellas, sólo se divertía fingiendo que lo era.

Ahora que estaba forzada a vivir entre ellas, su mundo era el de ellos. Ya no era una extraña de visita. No compartían la misma naturaleza, ni las capacidades, pero ahora sentía que tenía más en común con ellos de lo que nunca había creído posible. Más incluso que con su propia gente.

 

Hablaría con Enishi. Tenía que haber alguna forma...

 

Pronto Gein también se retiró, pero al sótano. Allí parecía tener alguna especie de laboratorio o sala de trabajo, que había montado antes de que todos los demás llegaran.

 

Cuando estuvieron seguros de estar a solas, Enishi le hizo un gesto y ella se hizo visible nuevamente.

 

-         ¿Y bien? ¿Qué opinas de ellos?

-         ¿Necesito decírtelo?

-         Eso pensé... - Enishi rió por lo bajo

-         ¿Por qué exactamente los involucraste? Tú solo puedes bastarte para realizar la tarea.

-         No de la manera adecuada, no de la manera adecuada.- hizo una pausa- Sólo sirven a un propósito.

-         Son sólo peones en tu tablero de ajedrez.

-         Podría decirse...

-         ¿Y cual es exactamente tu juego?

-         Todo a su debido tiempo, querida.

-         Me has confiado los más oscuros secretos de tu organización, te he ayudado, he colaborado en la destrucción de tus enemigos y hasta me he encargado de algunos personalmente. Creo que he probado mi lealtad con creces. ¿Por qué justo ahora, te niegas a develarme lo que planeas?

-         Simplemente porque te conozco.

-         Quieres decir que sabes que no estaré de acuerdo con ciertas acciones que piensas llevar a cabo. 

-         Ah... ¿Ves? -él rió por lo bajo- No necesito darte detalles, porque me conoces lo suficiente.

-         Enishi, esto esta mal. Esa gente...

-         ¿Mal? ¿Mal?- sus ojos adquirieron una furia helada que la traspasó- ¿Quieres que te diga que es lo que en verdad está mal? Lo que está mal es que ellos lo reciban en sus casas, en sus comercios o tengan amistad con el más despreciable asesino del Bakumatsu. Eso esta mal. Esta mal que traten con respeto a un asesino de mujeres. Esta mal que permitan andar por sus calles a aquel que con el filo de su espada puso al Japón de rodillas frente al sucio occidental invasor. Eso esta mal. Tolerándolo son sus cómplices en sus faltas. Y por ello, deberán pagar. Todos ellos. Sin excepción.

-         ¿Es que ahora vamos a rebajarnos a su nivel para hacer la justicia de la que tanto alardeas? ¿Cuál es entonces la diferencia entre él y nosotros? Tú tienes tus manos tintas en sangre. Y yo las mías. No me importa, porque en la mayoría de los casos, lo merecían. Pero esto es diferente. Esa gente ni siquiera tendrá conciencia de porqué son atacados.

-         Pero él sí... Y entonces ellos sabrán, y lo dejarán solo como el perro que es. Perderá todo, como yo he perdido todo. Sabrá lo que es ser despreciado, no tener adónde ir, arrastrarse por la vida estando vacío por dentro... y finalmente morirá consumido por su propia culpa.

-         Enishi, te pido que lo reconsideres. Iremos por él y te garantizo que lo haré sufrir como nadie ha sufrido en esta Tierra desde el inicio del tiempo. Y lo tendrás a tu disposición por el tiempo que desees. Pero no lastimes a esa gente.

-         Es tarde. Ya todo ha comenzado. Esta noche, mientras me esperabas en la estación, dimos el primer golpe. Y aún si pudiera detener esto, no lo haría. Ni aún por ti. Es algo que debo hacer. Y ten en cuenta lo siguiente, he preferido sólo hacer un daño localizado. Podría haber elegido un ataque más generalizado, incluso sobre la misma ciudad, o el país entero. Sabes que tengo la capacidad. Hay quince barcos como el Rengoku en los astilleros, listos para ser botados. Puedo tomar el país si lo deseo. Y de hecho, podría llegar a hacerlo. Pero, Japón ha muerto para mí. Murió en Otsu, murió en Toba Fushimi[1]. Excepto que el maldito gobierno Meiji se entremeta demasiado en mis asuntos, los dejaré arrastrase ante los cerdos extranjeros como los gusanos que son. La gente se lo merece por soportar  a estos inmundos traidores.

 

Un pesado silencio se instaló ante ambos. Él le extendió su mano.

 

-         Vayamos a dormir.

-         Necesito pensar- ella volvió a desvanecerse, ante la sorpresa de él- Te alcanzaré más tarde.

-         Bien, si eso es lo que deseas... - dijo él con frialdad, tocado por el rechazo, dándose la vuelta y retirándose.

 

Apenas los separaban unos pasos, pero ambos sintieron como si el mar de la China se hubiese instalado entre los dos.

 

Gein había visto y escuchado toda la escena desde la entrada al sótano.

Bien, se dijo, estaba acertado en todo.

El joven Yukishiro como había pensado, planeaba utilizar a los otros como pantalla para su plan maestro, y luego, dejarlos librados  a su suerte.

Era astuto.

Pero no más que él.

La astucia era un arma inapreciable, sobre todo cuando iba unida a la edad. Él poseía ambas y por eso aquel muchachito no podría deshacerse de él como se desharía de los otros.

Lo que fuera de ellos no le importaba, solo le interesaba su objetivo. Luego, abandonaría a Yukishiro, y lo dejaría cargar con toda la responsabilidad de lo que sucediera ante las autoridades.

Una perfecta y conveniente relación de negocios.

 

El mayor obstáculo sin duda, lo constituía la chica. Tal como sus informes le habían hecho sospechar, ella era alguna clase de hechicera.

Nunca había creído en aquello hasta que, amparado en la supuesta idiotez de Iwanbou, había visto a Yumi, la mujer de Shishio, hacer cosas que creía imposibles, cosas que seguramente ella nunca hubiese realizado en su presencia si no lo hubiese creído el cretino que el ex Juppongatana era a la vista de todos.

Parecía que Yukishiro, al igual que Shishio había logrado contar con los favores de una de aquella clase de mujeres, a juzgar por lo que acababa de ver. Y en apariencia era tan buena como Yumi...

 En cuanto terminara con el asunto de Battousai, se dijo, buscaría como adquirir a una de esas mujeres para sí mismo. Definitivamente haría un buen suplemento a sus artes oscuras...

El hecho de que ella no estuviera de acuerdo con los planes de Yukishiro no debía constituir un obstáculo. Seguramente, al final lo obedecería.

 

Como Yumi a Shishio.

 

Sin embargo, no dejaba de intrigarle el hecho de que ella lo hubiese cuestionado en primer lugar.

 

Eso nunca habría sucedido entre Shishio y Yumi.

 

Se podía decir que Yumi, además de su devoción absoluta por Shishio, cosa que en apariencia tenían en común con la joven amante de Yukishiro, nunca hubiera osado arriesgarse a provocar la ira del poderoso Hitokiri.

 

Yukishiro no era menos duro o despiadado que Shishio, más bien lo contrario, así que la conclusión lógica era que ella no le temía porque era demasiado joven e imprudente... o porque realmente el asesino no constituía ningún peligro para ella.

 

Por una cuestión de prudencia básica, decidió actuar sobre la base de la segunda opción.

En definitiva, no habría daño alguno si ella era sólo una muchacha tonta y finalmente se interponía en el camino de Yukishiro y la ira de éste recaía sobre la chica. Si en cambio, ella actuaba despreocupadamente confiada en su poder, y él no se protegía adecuadamente de las eventualidades, podría incluso ser destruido.

 

Yukishiro le había ordenado mantener su trabajo bajo absoluto secreto, especialmente de ella, aunque habiéndola visto desvanecerse en el aire a voluntad creía poco probable que pudiese evitar que aquella muchacha accediese a su ‘lugar de trabajo’ a voluntad.

 

Yatsume estaba ‘cubierto’.

No había en el sótano lugar donde éste pudiera esconderse.

Pero alguien que podía ocultarse simulando desvanecerse en el aire, eso ya era enteramente otra cuestión. Tal vez si ubicaba espejos adecuadamente en la entrada del laboratorio, podría descubrir que efecto usaba sobre la luz para aparentar su desaparición... Aunque cabía la posibilidad de que no simulase en absoluto y realmente desapareciera... Después de ver actuar a Yumi, ya no sabía que eran ilusiones y que magia verdadera...

 

Por el momento, volvería a su trabajo. Pero no dejaría de tener un ojo encima de Yukishiro y su mujer. Eran sin dudas, los únicos que podían causarle algún problema.

 

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Seguía despierto mucho después de que ella se acostara a su lado, después de la pequeña discusión que habían tenido en el salón.

 

El que Asiyah tomara la postura que había tomado, no lo sorprendía del todo.

Ella podía ser cruel y salvaje, una vez desatada su furia, pero nunca atacaba primero, y jamás, jamás, jamás  tomaba venganza sobre aquellos que no la habían ofendido directamente.

 

Además, su hermana se lo había advertido.

 

Durante el viaje en barco había empezado a hablar con ella, por primera vez en quince años.

Tomoe le había prevenido que Asiyah iba a tratar de cambiarlo, de manipularlo, y evitar que llevara adelante su última voluntad.

A pesar de que el sentido común le advertía a gritos que podía ser una trampa, una ilusión para apartarlo de la protección de la Yinniyeh, poco a poco, la voz de Tomoe iba ganado espacio en él.

 

Había deseado tanto poder volver a sentirla... Había envidiado tanto a Asiyah por poder hacerlo... Ahora que la escuchaba, no podía, no quería renunciar a ella...

 

 

Conocía a Asiyah, y a lo largo de los meses juntos había demostrado estar más que dispuesta a seguirlo a cualquier parte que él fuera y a apoyarlo en todo lo que emprendiera.

Sin dudas, hablaba alto y claro cuando algo no le gustaba, pero terminaba cediendo a la larga, más o menos difícilmente.

Por eso le costaba reconciliar la idea de que quisiera manipularlo con aquella realidad que había vivido a su lado.

 

Pero por otro lado estaba su hermana. Ya había demostrado saber cosas por anticipado, y le había advertido (aunque siempre a través de Asiyah) de los peligros que lo amenazaban.

¿ Y si era cierto?

¿Y si Tomoe tenía razón?

 

Estaba confundido.

 

Apartó aquellos pensamientos que empezaban a plagar su mente.

 

No.

Sin duda, Asiyah jamás lo traicionaría.

 

Pero, por precaución, sería muy cauto y seguiría la sugerencia de su hermana: no le revelaría los detalles de su plan, ni la dejaría participar en él.

Si ella le era leal, como él suponía, lo obedecería.

 

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Enormes montañas de huesos se apilaban alrededor del sombrío trono. Los gritos de los condenados plagaban el aire y columnas de vaporoso azufre se enroscaban en los cuerpos de los que estaban en el lúgubre salón.

 

-         Esta siendo más difícil de lo que pensé. Sus sentimientos por ella son muy fuertes, mucho más de lo que creíamos.

-         No pueden serlo más de los que profesa por su hermana. En definitiva, esta allí por ella, llevó una vida de muerte y corrupción sólo para vengarla. Es imposible que no sucumba a tu ilusión. Sólo debes tratar con más ímpetu. Habla con nuestra invitada, convéncela con tu gentileza de que coopere. Estúdiala bien, en todo detalle, tal vez no estas siendo lo suficientemente creíble.

-         Ella no cooperará. Preferirá el suplicio aquí antes de permitir que le hagamos algo a su hermano.

-         Entonces deberá ser suficiente con lo que tengas. Actúa. Siembra la duda. En algún momento, ella cometerá un error, como el de hoy, y perderá su confianza. Entonces, estará hecho. Una vez que los separemos, será muy fácil manipularlo y de un solo golpe destruiremos no solo a una o posiblemente dos Bestias Místicas, sino a los hombres que impidieron mi victoria en el mundo humano.

-         ¡Brillante como siempre Shishio-sama!- Una carcajada estertórea brotó de Houji, que miraba a su antiguo jefe con ojos alucinados.

-         Bien, ahora, a los asuntos locales...

-         Hemos derrotado a Belcebú en el quinto plano, y sus fuerzas se baten en retirada.- dijo Usui

-         Muy, muy, muy satisfactorio. Ah, ¡esto es glorioso! ¡Y una vez que hayamos obtenido la victoria aquí en el Infierno, volveremos al mundo mortal y sembraremos el caos, del cual nacerá un nuevo mundo! ¡Y no habrá Lobo, ni Dragón ni Tigre para enfrentarnos! ¡Reinaremos en este mundo y en el mundo humano, sin oposición!

-         Creo que eso, estimado Shishio, es algo que deberemos discutir en el futuro cercano.- terció una anciana dama, ricamente vestida y ornamentada.

-         Vaya, vaya, vaya. Tenemos el honor de que nos visites en nuestro reino... ¿Tal vez para que nuestra asociación no sea tan evidente, Fu Zhi?

-         Necesitamos hablar.

-         Pues adelante... Te escuchamos.

 

La anciana estaba evidentemente molesta.

Shishio disfrutaba manteniéndola de pie, sin mostrar la cortesía ni el respeto debido.

 

-         Ambos somos de la misma familia, te pido por los lazos que nos unen que me trates según el parentesco... Somos Ifrit ambos, superiores a todos aquí.

-         Los lazos se cortaron cuando elegimos bandos opuestos.

-         Pero hoy nos hemos vuelto a reunir.

-         Les llevó demasiados milenios darse cuenta de su error. No sé si estoy tan magnánimo como para perdonarlas.

-         ¡Azazel!

-         No, no, no... Ya no utilizo ese nombre... Shishio me sienta mejor hoy en día...

-         Te repito: debemos hablar

-         Y te repito, adelante, te escuchamos.

-         A solas.

-         No. Ellos son mis siervos fieles, y si digo que se quedan, se quedan. Ellos me han seguido aquí mientras que Uds. mi propia tribu, mi propia familia, mi propio clan, me traicionó.

-         Bien, ¡así sea! – La anciana estaba cada vez más molesta. Los ojos dorados brillaban con furia helada- Tenemos problemas, muy serios, muy graves problemas.

-         ¿De que se trata esta vez?

-         De Asiyah

-         Como sé que no son capaces de hacer su trabajo, yo ya estoy tomando cartas en el asunto, así que Venerable, puedes descansar tranquila y regresar a tu reino, que todo saldrá como está planeado.

-         No entiendes... Nuestras fuentes nos han revelado que no es exactamente lo que pensábamos...

-         ¿A que te refieres?- Shishio-Azazel apenas reprimió un bostezo, apoyando su mentón aún envuelto en vendajes, en su enguantada mano.

-         Ella no es una simple Yinniyeh del Oeste... Es de la tribu de los Marid[2].

-         ¿¡Qué!? Pero... ¿cómo...? Eso pasa porque les dejé esto a Uds. ¡Siempre supe que esa pequeña rata nos traería problemas!

-         Jamás sospechamos esto... Aparentemente uno de los Marid cambió a los bebés cuando nacieron, para que creciera entre nosotros...

-         Eso quiere decir que ella no lo sabe.

-         Exactamente. No tiene idea de su propio poderío. Pero si llega a saberlo, tendremos problemas, porque aún siendo joven podría enfrentarnos con éxito, mucho más si cuenta con ayuda de los suyos. Y no necesito decirte que sucedería si se llega a unir a la Bestia Mística.

-         ¡No permitiré que eso ocurra jamás! – Shishio-Azazel golpeó fuertemente con su puño en el apoyabrazos de su trono- ¡Maldición! ¿Por qué no tomaron el camino más corto y los mataron a los tres?

-         Sabes que nos hubiera ocurrido si hubiésemos hecho eso. Tu castigo hubiera palidecido en comparación con lo que se nos hubiera hecho. Sólo podemos descarriarlos, tentarlos, corromperlos. Y casi tuvimos éxito.

-         Casi no es suficiente...

-         Por poco y nos libramos del Tigre en varias oportunidades.

-         Cuando regresé aquí y recordé todo esto, que había olvidado a causa del shock de la fusión en el cuerpo del humano, quise patearme a mí mismo. Si lo hubiera sabido cuando aún estaba en la tierra, habría matado a ese maldito dolor de cabeza yo mismo. De los tres, ha sido el más difícil y escurridizo.

-         No solo para nosotros, Azazel. Los otros tampoco han podido ponerlo bajo su control. El Lobo esta totalmente fuera de nuestro alcance. El Dragón ha controlado al Yinn en su interior y ha domado el fuego de su furia, poniéndolo a su servicio. Y ambos están protegidos. La última oportunidad es el Tigre. Si podemos dominarlo, aunque sea brevemente, como para enfrentarlo al Dragón, será suficiente como para provocar al Lobo, y ninguno de los tres saldrá indemne. Es un hecho que en las condiciones actuales, sin nada que lo restrinja, el Tigre puede destruir al Dragón, y sin duda el Lobo irá tras él, pero como el Lobo tampoco tiene remordimientos que lo aten, la lucha terminará destruyéndolos a ambos. Si logramos que el Tigre y el Dragón se enfrenten, los tres caerán inevitablemente. Y tendremos el camino absolutamente libre.

-         Yumi ha estado trabajando en eso. Hemos capturado el alma de Tomoe, la hermana del Tigre, por la que tiene esa insana devoción que Uds. le han arraigado tanto. Y Yumi misma está produciendo una ilusión sobre él, sembrando la duda acerca de Asiyah, y manipulándolo. Lograremos que ambos se separen, y entonces será muy fácil hacer que las Bestias se destruyan mutuamente.

-         Nosotras hemos trabajado con los sueños de Asiyah y de Himura. Pero los Marid han intervenido, y nos han bloqueado. Temo que puedan entremeterse más directamente en el corto plazo.

-         Por eso nos moveremos más rápido que ellos... Tengo una idea...

 

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[1] Batalla que marcó el final efectivo del Bakumatsu

[2]  Yinn es el nombre genérico de la “especie” o raza, a su vez se dividen en cinco grupos principales, Yann, Yinn,  Ifrit, Shaitán, y Marid, por orden creación y de fuerza, siendo los Marid los más antiguos y poderosos y los Yann los más jóvenes y con menos cualidades mágicas. Los Shaitanes (o demonios) y los Ifrit son los mayores enemigos de los humanos. Los primeros son maestros del engaño y la manipulación, mientras que los segundos destruyen a sus enemigos a través de la violencia. La leyenda narra que Iblis ( el demonio por antonomasia) es un Ifrit. Ambos grupos trataron de destruir a los humanos y a sus aliados Yinn y Yann en una gran batalla al sur de Makka (La Meca), según la leyenda, y solo la intervención de los Marid, los más poderosos de entre los Yinn, y los más antiguos, aunque los menos numerosos, evitaron que esto sucediera y dieron vuelta el curso de la batalla, poniéndola a favor del género humano.