¿Es necesario que repita que no soy dueña de ningún personaje de RK? Por las dudas, NO, no soy dueña de ninguno de ellos... (¡Qué lástima...!)

 

¡Gracias por el apoyo y la fiel lectura!

Este capítulo es un poco más corto que lo habitual, pero la gracia es justamente el final... Disfrútenlo. Y por favor, no me tiren con nada...

 

 

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Capítulo 10:¿En peligro?

 

El día había sido largo, cargado con la anticipación de la llegada de Shishio, el cliente de Enishi.

 

Pese al cansancio de las noches previas, Asiyah no se detuvo a reposar ni un minuto. Tenía la suerte de ser una criatura creada a partir de energía pura, por lo que podía soportar mucho más que un humano.

 

Tomó un baño y comenzó a preparase para la recepción de sus invitados y la cena siguiente.

Mientras se secaba el cabello y lo cepillaba, miró con curiosidad el manojo de llaves que reposaba sobre su budoir, trasladado a la habitación que ahora compartía con Enishi.

 

Aquella mañana, con una inusitada solemnidad, como si se tratase de alguna clase de ceremonia, la mayor de las sirvientas de la casa, una anciana china con ojos que traspasaban el alma, se las entregó mientras desayunaban a solas con Enishi.

Él le explicó cuando la mujer los dejó, con una pequeña sonrisa sorprendida, que era una forma de reconocerla oficialmente como la nueva señora de la casa, con toda su autoridad. Era a los ojos de aquellas personas la ama, y no ya una curiosa invitada del amo Yukishiro. Asiyah recordó el diálogo que siguió.

 

-         Bien, veo que lo tomó mejor de lo que esperaba... Pero no te confíes, Mei Lin puede parecer una anciana inofensiva, pero créeme, no lo es. Te preparará algunas sorpresas...

-         No entiendo...

-         Ah... Es una larga historia... Pero pudo hacerte un resumen. Su esposo trabajó para mí, hasta que tuvo un... accidente profesional, podría decirse. Su hijo, al que habían educado y mantenido fuera del sindicato, tuvo la estúpida idea de robarle a unos traficantes de opio. Lo asesinaron de modo muy cruel, igual que a su esposa encinta y a su nieto, para dejar un mensaje. El muchacho era su único hijo, y el que ayudaba para mantenerla.  Ella vino a mí pidiendo por justicia por su nuera y un nieto, que eran inocentes de la estupidez de su hijo. Hablé con Xian, porque eran de su gente, y él estuvo de acuerdo en dejar el asunto en mis manos.- hubo un silencio, se revolvió incómodo en su silla, y luego agregó- Mujeres y niños no deben ser asesinados porque sus hombres o padres fueron idiotas. Luego, la traje a trabajar conmigo.

-         ¿Trabajar? ¿Es una metáfora?. Es demasiado vieja para hacer nada.

 

< La trajiste para que no terminara en las calles. > pensó Asiyah, pero no ahondó en el tema.

 

A veces, él hacía cosas francamente inexplicables y contradictorias. Podía matar sin el menor atisbo de remordimiento, aún a los que lo habían sacado de la muerte segura en las calles, y años después hacer cosas como cuidar del futuro de una anciana. Era claro que los caminos del Destructor y el Protector estaban abiertos por igual ante él. Un estímulo en la dirección equivocada y caería irremediablemente por un camino sin retorno de eterna condenación...

 

-         Espero que no te haya oído- rió él por lo bajo – Durante el ataque a la casa supe que se encargó de por lo menos cinco de los traidores... Yo no la subestimaría

-         De todas maneras, ella siente que esta en deuda contigo... Lealtad absoluta.

-         Algo así.- hizo una pausa y la miró significativamente- Pero sabes que no actué para obtener eso de ella.

 

Suspiró y regresó al momento presente, reflexionando en aquellas palabras.

Sí, lo sabía.

Para la anciana había sido un asunto personal. Para Enishi, también.

No podía dejar de pensar en Tomoe y como su muerte lo había marcado tan terriblemente.

 

Una brisa helada hizo revolotear las cortinas y le erizó la piel.

 

<Que extraño... >- pensó. Las ventanas eran cerradas mucho antes de que cayera la noche.

 

Se levantó, decidida a corregir el error y se encontró muy cerca de la Dama de Blanco, Yukishiro Tomoe. O mejor dicho, de su fantasma. Milagrosamente, guardó la compostura, evitando saltar por la sorpresa.

 

-         ¡Tomoe!

-         Bien... veo que mi hermano ha empezado a comportarse más ordenadamente... Al menos tiene mujer permanente. Odiaba verlo con mujerzuelas. Lo ideal hubiera sido que el heredero de la familia se casara honorablemente... pero ¿quien soy yo para juzgarlo? Definitivamente, yo tampoco procedí adecuadamente en este sentido.

 

El comentario la hizo enrojecer.

 

-         Deduzco que no estas aquí para hablar del pasado.

-         No. Ciertamente no he venido a eso.- por primera vez, vio un atisbo de sonrisa en su rostro- Sólo quería prevenirte...

-         Creo que sé a que o quienes te refieres.

-         Es peor de lo que esperas.

-         Lo suponía.

-         No podré venir mientras estén aquí. Podrían usarme para dañar a mi hermano.

 

Asiyah cerró los ojos, invadida por la preocupación. Cuando volvió  abrirlos, la Dama de Blanco ya no estaba.

 

< Estos encuentros van a terminar dañando permanentemente mis nervios... > pensó mordaz.

 

Así que, después de todo, no era su paranoia lo que la tenía tan preocupada. Realmente había un peligro, uno no relacionado con los negocios de Enishi, al menos no directamente.

Por la advertencia de Tomoe, quien estaba detrás de esto era un hechicero poderoso. No quería ni siquiera imaginar la otra posibilidad.

Porque si se trataba de un demonio...

 

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Horas antes, en los muelles de Shanghai, el barco estaba atracando.

Sadoshima, Seta y Enishi esperaban dentro del carruaje a que la maniobra se completara. Habían conversado cortésmente durante el viaje, y ahora los tres aguardaban en profundo silencio.

 

Enishi traía impresa la máscara inescrutable que en general mantenía hacia el mundo exterior. Solo en pocas ocasiones se permitía  deslizarse hacia una expresión menos neutral, y los que la veían en general hubieran preferido no hacerlo. Únicamente en compañía de Asiyah dejaba escapar muy controladamente algunas de sus emociones reprimidas desde hacía años. Desde que su hermana se había ido, para ser exactos.

 

Miró a sus compañeros. Sadoshima se asemejaba a Wu, solo que parecía tener una devoción personal hacia Shishio, y realmente creía en lo que hacía. Un par de diferencias sustanciales con su difunto socio, que sólo pensaba en el poder para sí mismo y en su ascenso dentro de la organización.

 

Seta...

Asiyah tenía razón. Era especial.

Se parecía peligrosamente a él mismo. El también parecía estar sumido en un pasado cargado de dolor, que no emblanqueció su cabello pero congeló sus emociones en una sonrisa eterna. Veía sus propios demonios reflejados en aquella mueca engañosa. Y sabía por conocimiento propio que esas marcas señalaban a los seres más oscuros.

 

Aún así, se percataba que no habían actuado más allá de lo esperable y de lo que él mismo hubiera hecho. Por otra parte, con el fiasco del otro día entre Seta y Asiyah, dudaba que se arriesgaran a estropear el negocio a tan poco de terminarlo cometiendo alguna otra torpeza.

Un detalle ingenioso había sido el pequeño aparato telegráfico. Reprimió una sonrisa al pensar en ello. Si de veras imaginaron que un dato así podía pasársele por alto, eran unos tontos.

 Mei Lin y su gente lo había hecho bien. Estaba seguro de que ni Sadoshima ni Seta sabían que los suyos habían copiado cuidadosamente todos y cada uno de sus documentos. Tenía información suficiente sobre las actividades de Shishio como para introducir a alguno de su propia organización entre ellos, y seguir el curso de los acontecimientos en Japón.

Después de todo, el paso natural siguiente en su expansión era instalar una base de sus negocios en las islas.

 

Al menos, si Shishio no triunfaba, él estaría allí para hacer pagar a los cerdos Meiji, ayudando a cuanto movimiento en su contra se alzase... y sacando, de paso, muy buen provecho del ello, para su otra venganza.

 

Por fin, la maniobra de atraque había finalizado.

Seta subió la escala en cuanto esta descendió, en busca de su señor. Sadoshima esperó a su lado.

Pronto Seta emergió junto a dos figuras. Una era una bella mujer, Komagata Yumi, la amante de Shishio. La otra, el propio Shishio. Enfundado en vendajes, espada a la cintura, parecía una de esas momias egipcias que estaban de moda entre los europeos, solo que esta lejos de estar muerta y en un sarcófago, era una presencia potente y poderosa que caminaba en pos de la conquista de un país.

 

Después de las presentaciones de rigor, Enishi, Seta y Shishio subieron en un carruaje, mientras Komagata y Sadoshima subían a otro que los esperaba detrás del primero.

 

Con suerte, llegarían a la casa antes de que cayera el sol.

 

Shishio y Enishi se sentaron frente a frente en el carruaje.

Mientras Soujirou preguntaba sobre los detalles del viaje, ambos hombres no dejaban de estudiarse, con calculada indiferencia.

 

Shishio sonrió. Yukishiro era casi tan bueno como Soujirou en mantener sus emociones fuera del alcance de los demás. Las gafas añadían al efecto, permitiéndole ocultar la expresión de su mirada aún más allá de la inescrutabilidad que le parecía habitual. Tal vez un recurso para situaciones donde los sentimientos se mostrasen más evidentes.

 

Además según los informes, era un extraordinario esgrimista, usando aquel arte para escalar en el sindicato, junto a su inteligencia. Un verdadero Hitokiri a su manera. Con su juventud, su fuerza y el temor que despertaba en sus rivales, podía muy pronto ser quien controlara todo el bajo mundo de China.

 

Todo aquello lo convertían en un posible obstáculo para su expansión futura al continente, y por eso había decidido tomar las medidas adecuadas para ocuparse de él.

Sin embargo, en el momento de bajar del barco y verlo en el muelle, sus planes cambiaron. Apenas podía creer su buena suerte, al contemplar el aura alrededor del joven hombre.

Sería interesante convertir a Yukishiro Enishi en una nueva adición a su grupo de elite.

 

-         Interesante lugar... -comentó Shishio

 

Los barrios que rodeaban al puerto de Shanghai eran la parte más pobre y sin ley de la ciudad. No que el resto fuera mucho mejor, pero la lucha por la supervivencia aquí adquiría características más brutales, casi de jungla.

Enishi conocía bien los callejones oscuros y malolientes donde uno peleaba con  enormes ratas sobre los restos pestilentes de todo aquello que pudiera ser masticado y tragado.

 

-         Sólo sobreviven allí los más fuertes.- dijo Enishi, sin que ninguna emoción se trasuntara en su voz a pesar de la catarata de recuerdos espantosos que le venían a la memoria.

-         Ese es el secreto de la vida misma. El débil es el alimento del fuerte.

 

< Cuan cierto... > -pensó Enishi, recordándose a sí mismo comiendo carne muerta y bebiendo el agua estancada de las calles enlodadas, sobreviviendo a incontables enfermedades, casi reducido a los huesos. Pero aquellas experiencias le sirvieron para ser lo que era ahora, un hombre más fuerte que la mayoría.

 

-         Veo que compartimos opiniones... Eso es un buen signo. Estoy muy conforme con lo que mis asociados me han informado sobre nuestros... arreglos. Espero poder verlos a la brevedad. Y estoy interesado en otras... adiciones.

-         Podemos discutirlo durante la cena- dijo Enishi, con una amplia sonrisa, y Shishio no pudo dejar de pensar nuevamente en el parecido con Soujirou.- Y en arreglar alguna demostración de nuestros productos.

 

<Posiblemente algún pasado tortuoso como el del Tenken>, pensó. Debería tenerlo en cuenta para manipularlo en caso de no convencerlo por medios tradicionales.

 

-         Eso sería estupendo. ¿Qué opinas Soujirou?

-         Estoy seguro que Yukishiro-san podrá responder a nuestras necesidades sin mayor inconveniente. Y seguramente tendrá incluso algo con que sorprendernos.

 

El resto del viaje fue en silencio. Como Enishi esperaba, llegaron a la casa antes de la puesta del sol. Mei Lin los recibió en la entrada y fue en busca de Asiyah.

 

- Tiene usted una casa muy bella- dijo Yumi, con voz sensual.

 

Enishi la miró con indiferencia. No con su máscara habitual, sino con el sentimiento real. Había conocido a varias mujeres como ella en el pasado como para que su juego lo tomara desprevenido. Pero éste podía ser jugado por ambos lados... Reprimió una sonrisa pensando en Asiyah. Esas semanas iban a ser muy interesantes.

 

-         Tengo entendido que se mudó hace poco.- comentó como al pasar Shishio

-         Ah, un pequeño inconveniente con ratas... Pero fue adecuadamente solucionado. De todas maneras, la vieja casa ya no me agradaba. Un cambio de aires es bueno de vez en cuando.- respondió Enishi con una amplia sonrisa

-         Ah, si las plagas... Hay que eliminarlas a la primera señal, porque sino...

-         El débil es el alimento del fuerte, sus palabras, si no me equivoco. – la fugaz sonrisa en el rostro de su invitado le dio la pauta de que el mensaje había llegado a destino.

 

Por fin, Asiyah apareció bajando la escalera. Se veía tan bella... Digna rival para la consorte de Shishio.

<Excelente... > pensó, mirando a la mujer de Shishio con el rabillo del ojo. Un poco de acción era siempre bienvenida.

 

Lo que realmente lo tomó por sorpresa fue el grito ahogado de Yumi, que se aferró al brazo de su pareja, en cuanto la vio. Este instintivamente llevó la mano sobre la empuñadura de su espada. Asiyah, entre tanto había quedado como congelada en medio de la escalera, pálida como un cadáver, la mirada intensa fija en Shishio, que la devolvía con la misma energía.

Miró confundido a Seta y Sadoshima. Ellos parecían compartir la misma perplejidad que lo invadía a él mismo.

 

-         ¿Debo asumir que se... conocen?- era un golpe arrojado en la oscuridad. Tenía que saber que pasaba

-         En cierta forma... – dijo Shishio con voz  y mirada sombría

 

Mientras Enishi reprimía la salvaje necesidad de subir la escalera y sacudir a Asiyah hasta que le explicara que estaba sucediendo, ella recordaba  la advertencia Tomoe.

 

En verdad era peor de lo que pensaba.